Cuando la convivencia en pareja empieza todo es muy bonito: alguien durmiendo románticamente sobre alguien haciendo las veces de almohada, piel con piel. Sin embargo, pasado un tiempo el dormir juntos se convierte en una lucha nocturna para que la otra persona no ocupe tu sitio y, a la vez, puedas conservar tu parte del edredón.
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