Escuchar a amigos y familiares decir “ya no puedo más” cuando hablan de su trabajo es, lamentablemente, más habitual de lo que cabría esperar en un país como España, amparado por el Estatuto de los Trabajadores. Y, sin embargo, no es raro enterarse de empleados que han visto su carga de trabajo dispararse hasta límites éticamente —y posiblemente legalmente— cuestionables, o de profesionales que han pasado de ser piezas clave en sus equipos a ver sus ideas ignoradas y relegadas al olvido.
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