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#5:
El apuñalado puede sentarse ahora en el asiento de minusválidos.
#16:
Jardiel Poncela ya nos previno sobre provocar a los ancianos. Lo mandé hace ya tiempo, pero es que viene que ni pintado.
"Figuraos que era una tarde primaveral, una de esas tardes de primavera que la Naturaleza confecciona “en serie” para descansar de la agotadora superproducción a que desde hace tantos siglos se ve obligada.
Figuraos que yo también paseaba por la calle de Alfonso XII (acera del Retiro) con el famoso domador de fieras Demetrio Mitsgoursky, polaco desde sus primeros sorbos de leche condensada y amigo mío desde las batallas del Somme.
Demetrio era un hombre serio y grave, como la fachada de un Museo de Ciencias; reía muy de tarde en tarde, y a todo el que le quería oír le decía que “estaba aburrido de divertirse constantemente”.
Pero esto no pasaba de ser una “frase”; en realidad, le encantaba “hacer frases” lo más sensacionales posibles.
Y figuraos, por último, que cuando aquella tarde primaveral paseábamos ambos por la calle de Alfonso XII, (acera Retiro) discutiendo sobre la naturaleza del hombre, el domador se apresuró a lanzar su frasecita correspondiente. Y he aquí la frase que lanzó:
-“El hombre es un león con cuello planchado.”
Me pareció una tontería y así se lo dije. Y Demetrio entonces se detuvo y me detuvo.
-No es una tontería –protestó-. Es una verdad indiscutible.
Me alcé de hombros sonriendo.
-Muchas veces –siguió él- se ha dicho que el hombre es una fiera, pero jamás se ha demostrado, y la cosa ha quedado en el aire, como un vilano o una figura retórica.
-¿Y tú puedes demostrarme que el hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Que cualquier hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Ahora mismo?
-Ahora mismo. Y no sólo te demuestro que el hombre es una fiera, sino que soy capaz de domarlo en menos de media hora, como domé a “Mustafá”.
(“Mustafá” era uno de sus leones; una criatura verdaderamente encantadora, capaz de hacer encaje de bolillos.)
Desparramé en derredor una mirada. De pronto, al otro lado de la verja del Retiro a lo largo de la cual paseábamos, descubrí dos ancianos apacibles que charlaban tomando el sol. Lo cierto es que jugué con ventaja, pues a uno de ellos lo conocía de antiguo: un hombre de tal bondad, que sólo podía compararse con un ángel de Forli o con un mantecado a la vainilla.
-Aquel anciano –le dije al domador-. ¿Puedes demostrarme que aquel anciano es una fiera?
-Te voy a demostrar que lo es, y que lo es también su acompañante. Antes de diez minutos verás rugir a esos caballeros; dentro de un cuarto de hora espumajearán de rabia, y de aquí a media hora habrán caído dominados a mis pies.
Y Mitsgoursky se dirigió a la verja que nos separaba de los dos ancianos.
Les llamó la atención al través de los barrotes de la verja:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Los ancianos caballeros volvieron sus rostros, miraron a Demetrio y se miraron entre sí.
-¿Le conoce?
-Yo, no. ¿Y usted?
-No le he visto nunca hasta hoy.
-¡Es raro!
El domador siguió en sus gritos:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Y metiendo su bastón entre los barrotes comenzó a azuzarlos, como hacía en el circo con sus leones.
-¡Eh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eh!...
Los ancianos se miraron de nuevo y murmuraron:
-Debe de estar mal de la cabeza.
-Sí, debe de estar mal de la cabeza.
Reanudaron su tranquila marcha. Pero Demetrio también reanudó su marcha a gritos:
-¡Eeeh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Unos por el interior del Parque y el otro por el exterior, separados únicamente por la verja, anduvieron seis u ocho metros. Mitsgoursky seguía azuzándolos:
-¡Eeeh! ¡Fieeera!...
Noté en los ancianos un principio de desazón. Uno de ellos susurró:
-¡Qué lata!
El otro dijo con la vista fija en las puntas de sus botas:
-Es sensible que esto pueda ocurrir.
Demetrio, implacable, seguía agitando el bastón por entre los barrotes y gritando:
-¡Fieras!... ¡Fieras!... ¡Eeeh!...
La desazón de los ancianos crecía. Uno de ellos declaró:
-Loco o cuerdo, empieza a fastidiarme…
El otro no replicó, pero vi perfectamente que se mordía los labios. Mitsgoursky continuó su trabajo sin perder terreno:
-¡Fieras! ¡Heeeh! ¡Uuuh, uh!...
Entonces el anciano segundo miró torvamente a Demetrio y gruñó:
-¡Idiota!
-¡Eeeh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Uuuh!...
Y ahora fueron los dos ancianos los que se detuvieron para gritar:
-¡Idiota!
-¡Majadero!
-¡Uuuh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Eeeh! –les azuzó, como siempre, Demetrio.
-¡Idiota! ¡Más que idiota!... ¿Quiere usted dejarnos en paz?
Y el otro anciano clamó:
-¡Cretino! ¡Voy a llamar a un guardia!
-¡Eeeh! ¡Fieeeraaaa!... ¡Uuuh! –replicó el domador sin alterarse.
Esta vez hubo un silencio que tenía ya categoría dramática. Los ancianos se detuvieron, tragaron saliva y avanzaron hacia la verja para encararse con Mitsgoursky; llovieron insultos:
-¡Sinvergüenza! ¿No se abochorna de su conducta?
-¡Fieeras! ¡Eeeh! ¡Uh! –dijo Demetrio como si nada oyese.
-¡Bandido! ¡Más que bandido! ¡Voy a salir para que pagues cara tu desvergüenza! –rugió uno de los ancianos enarbolando su bastón y corriendo en busca de una puerta.
El otro le siguió.
Pero la puerta estaba lejísimos, y Demetrio corrió también sin cesar de azuzarlos:
-¡Fiera! ¡Fiera!...
Se pararon otra vez, rojos, congestionadísimos; la ira hacía sus palabras balbucientes:
-¡Canalla! ¡Cana…! ¡Burlarse de dos…! ¡Perro judío! ¡Si pudiese agarrarte por la garganta!...
-¡Fiera! ¡Fieeera! –siguió tranquilamente, mi amigo.
Los ancianos se agarraron a la verja, gritando, insultando ferozmente a Demetrio, con los ojos saltones y las venas hinchadas.
-¡Fiera! ¡Fiera! –decía él con un ritmo mecánico.
-¡Judas! ¡Ladrón!
-¡Malnacido!
-¡Fieeera! ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Uno de los ancianos intentó trepar por los barrotes; el otro quiso romperlos a mordiscos, mas no pudieron hacer ninguna de las dos cosas y sus pupilas parecían lanzar rayos; echaban espuma por la boca; un temblor convulso, que atacaba sus mandíbulas, entorpecía el buen desarrollo de los insultos que emitían. Daba miedo verlos. Daba más miedo ver a aquellos pacíficos ancianos que a los terribles leones de Mitsgoursky.
Así transcurrieron veinte minutos, al cabo de los cuales el agotamiento pudo más que la rabia y los dos caballeros cayeron al suelo, jadeantes; ya no gritaban; sólo se oía en ellos una especie de estertor.
Entonces Demetrio los dejó en paz. Se separó de la verja, se volvió hacia mí y dijo con una sonrisa:
-¿Ves? Eran dos fieras y ya están domados. No me negarás que tenía razón…
Encendimos unos cigarrillos y continuamos nuestro paseo hablando de otras cosas menos discutibles.
"El libro del convaleciente" de Enrique Jardiel Poncela.
"Figuraos que era una tarde primaveral, una de esas tardes de primavera que la Naturaleza confecciona “en serie” para descansar de la agotadora superproducción a que desde hace tantos siglos se ve obligada.
Figuraos que yo también paseaba por la calle de Alfonso XII (acera del Retiro) con el famoso domador de fieras Demetrio Mitsgoursky, polaco desde sus primeros sorbos de leche condensada y amigo mío desde las batallas del Somme.
Demetrio era un hombre serio y grave, como la fachada de un Museo de Ciencias; reía muy de tarde en tarde, y a todo el que le quería oír le decía que “estaba aburrido de divertirse constantemente”.
Pero esto no pasaba de ser una “frase”; en realidad, le encantaba “hacer frases” lo más sensacionales posibles.
Y figuraos, por último, que cuando aquella tarde primaveral paseábamos ambos por la calle de Alfonso XII, (acera Retiro) discutiendo sobre la naturaleza del hombre, el domador se apresuró a lanzar su frasecita correspondiente. Y he aquí la frase que lanzó:
-“El hombre es un león con cuello planchado.”
Me pareció una tontería y así se lo dije. Y Demetrio entonces se detuvo y me detuvo.
-No es una tontería –protestó-. Es una verdad indiscutible.
Me alcé de hombros sonriendo.
-Muchas veces –siguió él- se ha dicho que el hombre es una fiera, pero jamás se ha demostrado, y la cosa ha quedado en el aire, como un vilano o una figura retórica.
-¿Y tú puedes demostrarme que el hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Que cualquier hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Ahora mismo?
-Ahora mismo. Y no sólo te demuestro que el hombre es una fiera, sino que soy capaz de domarlo en menos de media hora, como domé a “Mustafá”.
(“Mustafá” era uno de sus leones; una criatura verdaderamente encantadora, capaz de hacer encaje de bolillos.)
Desparramé en derredor una mirada. De pronto, al otro lado de la verja del Retiro a lo largo de la cual paseábamos, descubrí dos ancianos apacibles que charlaban tomando el sol. Lo cierto es que jugué con ventaja, pues a uno de ellos lo conocía de antiguo: un hombre de tal bondad, que sólo podía compararse con un ángel de Forli o con un mantecado a la vainilla.
-Aquel anciano –le dije al domador-. ¿Puedes demostrarme que aquel anciano es una fiera?
-Te voy a demostrar que lo es, y que lo es también su acompañante. Antes de diez minutos verás rugir a esos caballeros; dentro de un cuarto de hora espumajearán de rabia, y de aquí a media hora habrán caído dominados a mis pies.
Y Mitsgoursky se dirigió a la verja que nos separaba de los dos ancianos.
Les llamó la atención al través de los barrotes de la verja:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Los ancianos caballeros volvieron sus rostros, miraron a Demetrio y se miraron entre sí.
-¿Le conoce?
-Yo, no. ¿Y usted?
-No le he visto nunca hasta hoy.
-¡Es raro!
El domador siguió en sus gritos:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Y metiendo su bastón entre los barrotes comenzó a azuzarlos, como hacía en el circo con sus leones.
-¡Eh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eh!...
Los ancianos se miraron de nuevo y murmuraron:
-Debe de estar mal de la cabeza.
-Sí, debe de estar mal de la cabeza.
Reanudaron su tranquila marcha. Pero Demetrio también reanudó su marcha a gritos:
-¡Eeeh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Unos por el interior del Parque y el otro por el exterior, separados únicamente por la verja, anduvieron seis u ocho metros. Mitsgoursky seguía azuzándolos:
-¡Eeeh! ¡Fieeera!...
Noté en los ancianos un principio de desazón. Uno de ellos susurró:
-¡Qué lata!
El otro dijo con la vista fija en las puntas de sus botas:
-Es sensible que esto pueda ocurrir.
Demetrio, implacable, seguía agitando el bastón por entre los barrotes y gritando:
-¡Fieras!... ¡Fieras!... ¡Eeeh!...
La desazón de los ancianos crecía. Uno de ellos declaró:
-Loco o cuerdo, empieza a fastidiarme…
El otro no replicó, pero vi perfectamente que se mordía los labios. Mitsgoursky continuó su trabajo sin perder terreno:
-¡Fieras! ¡Heeeh! ¡Uuuh, uh!...
Entonces el anciano segundo miró torvamente a Demetrio y gruñó:
-¡Idiota!
-¡Eeeh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Uuuh!...
Y ahora fueron los dos ancianos los que se detuvieron para gritar:
-¡Idiota!
-¡Majadero!
-¡Uuuh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Eeeh! –les azuzó, como siempre, Demetrio.
-¡Idiota! ¡Más que idiota!... ¿Quiere usted dejarnos en paz?
Y el otro anciano clamó:
-¡Cretino! ¡Voy a llamar a un guardia!
-¡Eeeh! ¡Fieeeraaaa!... ¡Uuuh! –replicó el domador sin alterarse.
Esta vez hubo un silencio que tenía ya categoría dramática. Los ancianos se detuvieron, tragaron saliva y avanzaron hacia la verja para encararse con Mitsgoursky; llovieron insultos:
-¡Sinvergüenza! ¿No se abochorna de su conducta?
-¡Fieeras! ¡Eeeh! ¡Uh! –dijo Demetrio como si nada oyese.
-¡Bandido! ¡Más que bandido! ¡Voy a salir para que pagues cara tu desvergüenza! –rugió uno de los ancianos enarbolando su bastón y corriendo en busca de una puerta.
El otro le siguió.
Pero la puerta estaba lejísimos, y Demetrio corrió también sin cesar de azuzarlos:
-¡Fiera! ¡Fiera!...
Se pararon otra vez, rojos, congestionadísimos; la ira hacía sus palabras balbucientes:
-¡Canalla! ¡Cana…! ¡Burlarse de dos…! ¡Perro judío! ¡Si pudiese agarrarte por la garganta!...
-¡Fiera! ¡Fieeera! –siguió tranquilamente, mi amigo.
Los ancianos se agarraron a la verja, gritando, insultando ferozmente a Demetrio, con los ojos saltones y las venas hinchadas.
-¡Fiera! ¡Fiera! –decía él con un ritmo mecánico.
-¡Judas! ¡Ladrón!
-¡Malnacido!
-¡Fieeera! ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Uno de los ancianos intentó trepar por los barrotes; el otro quiso romperlos a mordiscos, mas no pudieron hacer ninguna de las dos cosas y sus pupilas parecían lanzar rayos; echaban espuma por la boca; un temblor convulso, que atacaba sus mandíbulas, entorpecía el buen desarrollo de los insultos que emitían. Daba miedo verlos. Daba más miedo ver a aquellos pacíficos ancianos que a los terribles leones de Mitsgoursky.
Así transcurrieron veinte minutos, al cabo de los cuales el agotamiento pudo más que la rabia y los dos caballeros cayeron al suelo, jadeantes; ya no gritaban; sólo se oía en ellos una especie de estertor.
Entonces Demetrio los dejó en paz. Se separó de la verja, se volvió hacia mí y dijo con una sonrisa:
-¿Ves? Eran dos fieras y ya están domados. No me negarás que tenía razón…
Encendimos unos cigarrillos y continuamos nuestro paseo hablando de otras cosas menos discutibles.
"El libro del convaleciente" de Enrique Jardiel Poncela.
#107:
#65 #69 #84 Teneis demasiada vergüenza y más sabiendo que el 95% de la cola piensa lo mismo que vosotros. Yo sólo he tenido problemas en los autobuses y nunca nunca les dejo pasar, ni con un comentario irónico, ni con nada. Por suerte tenemos en las marquesinas unos papelitos de obligaciones y derechos de los pasajeros, de eso que no se suele leer nadie ni mientras espera al urbano, y en las obligaciones hay una que me encanta espetarle a las viejas, que es que hay que subir al autobús en orden de llegada, que se vaya al final de la cola, que los últimos serán los primeros en el reino de dios y que tome ejemplo de la educación de la juventud que ella no tiene. La cara de poema que se les suele quedar es legendaria y hasta algún chofer me ha dicho al subir que muy bien hecho. Os lo recomiendo.
#52:
#0 ya que el día anterior habían tenido altercados verbales en el tren
Aquí está la clave. Nadie apuñala a nadie sólo por que le quiten el sitio, pero si a eso se le suman mofas o alguna grave falta de respeto, sí se puede llegar a extremos de indignación que lleven a cometer alguna locura. Me gustaría haber presenciado la discusión del día anterior, apuesto a que el joven se merecía como poco una h*stia bien dada (apuñalar ya es pasarse... pero ante la diferencia de edad y condición física, el anciano querría asegurarse de que no se la devolvieran)
Aquí está la clave. Nadie apuñala a nadie sólo por que le quiten el sitio, pero si a eso se le suman mofas o alguna grave falta de respeto, sí se puede llegar a extremos de indignación que lleven a cometer alguna locura. Me gustaría haber presenciado la discusión del día anterior, apuesto a que el joven se merecía como poco una h*stia bien dada (apuñalar ya es pasarse... pero ante la diferencia de edad y condición física, el anciano querría asegurarse de que no se la devolvieran)
#7:
Nunca te metas con un viejo... No tienen nada que perder
#39:
Alucinante también el final del artículo: "(...), even in the unlikely event that you believe you’d be morally justified in committing assault with a deadly weapon, to consider carefully the full ramifications such actions will have on your work schedule."
Las prioridades en Japón... jejeje
Las prioridades en Japón... jejeje
#8:
No me me extraña que en Japón se reverencie a los viejales
Los yakuza serán todos a jubiletas, y te puedes encontrar sorpresa es como estos. Ojito
Los yakuza serán todos a jubiletas, y te puedes encontrar sorpresa es como estos. Ojito
#12:
Joder, pues yo cuando veo comportamientos incívicos me dan ganas de hacer lo mismo. Koizumi y yo, uña y carne!
#4:
Veo yo más de un anciano que por su comportamiento pareceme apuñalable.
Comentarios
Años de ventaja?
Qué vamos hacer con tanto anciano que no respeta al futuro de la humanidad.
#1 Parecido...
Veo yo más de un anciano que por su comportamiento pareceme apuñalable.
El apuñalado puede sentarse ahora en el asiento de minusválidos.
Es lo que tiene incitar al odio a los yayos, que aluego se sienten ofendidos y se lía parda.
Nunca te metas con un viejo... No tienen nada que perder
No me me extraña que en Japón se reverencie a los viejales
Los yakuza serán todos a jubiletas, y te puedes encontrar sorpresa es como estos. Ojito
Que vaya con cuidado el viejo que las escaleras las carga el Diablo...
#3
Un viejales super ejemplar que va por ahí con un cuchillo frutero.
Por recordarlo, por estos lares son de Preferencia para... No de uso exclusivo para...
Joder, pues yo cuando veo comportamientos incívicos me dan ganas de hacer lo mismo. Koizumi y yo, uña y carne!
El último samurái
Pues yo me he sentado en esos asientos y la gente me mira mal porque no se me nota aún demasiado el embarazo. Si lo vuelvo a hacer, sacaré la barriga por si acaso me encuentro un lunático de estos!
Me le estoy imaginando durante años rumiando su cabreo cada día en el metro.
Jardiel Poncela ya nos previno sobre provocar a los ancianos. Lo mandé hace ya tiempo, pero es que viene que ni pintado.
"Figuraos que era una tarde primaveral, una de esas tardes de primavera que la Naturaleza confecciona “en serie” para descansar de la agotadora superproducción a que desde hace tantos siglos se ve obligada.
Figuraos que yo también paseaba por la calle de Alfonso XII (acera del Retiro) con el famoso domador de fieras Demetrio Mitsgoursky, polaco desde sus primeros sorbos de leche condensada y amigo mío desde las batallas del Somme.
Demetrio era un hombre serio y grave, como la fachada de un Museo de Ciencias; reía muy de tarde en tarde, y a todo el que le quería oír le decía que “estaba aburrido de divertirse constantemente”.
Pero esto no pasaba de ser una “frase”; en realidad, le encantaba “hacer frases” lo más sensacionales posibles.
Y figuraos, por último, que cuando aquella tarde primaveral paseábamos ambos por la calle de Alfonso XII, (acera Retiro) discutiendo sobre la naturaleza del hombre, el domador se apresuró a lanzar su frasecita correspondiente. Y he aquí la frase que lanzó:
-“El hombre es un león con cuello planchado.”
Me pareció una tontería y así se lo dije. Y Demetrio entonces se detuvo y me detuvo.
-No es una tontería –protestó-. Es una verdad indiscutible.
Me alcé de hombros sonriendo.
-Muchas veces –siguió él- se ha dicho que el hombre es una fiera, pero jamás se ha demostrado, y la cosa ha quedado en el aire, como un vilano o una figura retórica.
-¿Y tú puedes demostrarme que el hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Que cualquier hombre es una fiera?
-Sí.
-¿Ahora mismo?
-Ahora mismo. Y no sólo te demuestro que el hombre es una fiera, sino que soy capaz de domarlo en menos de media hora, como domé a “Mustafá”.
(“Mustafá” era uno de sus leones; una criatura verdaderamente encantadora, capaz de hacer encaje de bolillos.)
Desparramé en derredor una mirada. De pronto, al otro lado de la verja del Retiro a lo largo de la cual paseábamos, descubrí dos ancianos apacibles que charlaban tomando el sol. Lo cierto es que jugué con ventaja, pues a uno de ellos lo conocía de antiguo: un hombre de tal bondad, que sólo podía compararse con un ángel de Forli o con un mantecado a la vainilla.
-Aquel anciano –le dije al domador-. ¿Puedes demostrarme que aquel anciano es una fiera?
-Te voy a demostrar que lo es, y que lo es también su acompañante. Antes de diez minutos verás rugir a esos caballeros; dentro de un cuarto de hora espumajearán de rabia, y de aquí a media hora habrán caído dominados a mis pies.
Y Mitsgoursky se dirigió a la verja que nos separaba de los dos ancianos.
Les llamó la atención al través de los barrotes de la verja:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Los ancianos caballeros volvieron sus rostros, miraron a Demetrio y se miraron entre sí.
-¿Le conoce?
-Yo, no. ¿Y usted?
-No le he visto nunca hasta hoy.
-¡Es raro!
El domador siguió en sus gritos:
-¡Eh! ¡Pchsss! ¡Eh!...
Y metiendo su bastón entre los barrotes comenzó a azuzarlos, como hacía en el circo con sus leones.
-¡Eh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eh!...
Los ancianos se miraron de nuevo y murmuraron:
-Debe de estar mal de la cabeza.
-Sí, debe de estar mal de la cabeza.
Reanudaron su tranquila marcha. Pero Demetrio también reanudó su marcha a gritos:
-¡Eeeh! ¡Fiera!... ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Unos por el interior del Parque y el otro por el exterior, separados únicamente por la verja, anduvieron seis u ocho metros. Mitsgoursky seguía azuzándolos:
-¡Eeeh! ¡Fieeera!...
Noté en los ancianos un principio de desazón. Uno de ellos susurró:
-¡Qué lata!
El otro dijo con la vista fija en las puntas de sus botas:
-Es sensible que esto pueda ocurrir.
Demetrio, implacable, seguía agitando el bastón por entre los barrotes y gritando:
-¡Fieras!... ¡Fieras!... ¡Eeeh!...
La desazón de los ancianos crecía. Uno de ellos declaró:
-Loco o cuerdo, empieza a fastidiarme…
El otro no replicó, pero vi perfectamente que se mordía los labios. Mitsgoursky continuó su trabajo sin perder terreno:
-¡Fieras! ¡Heeeh! ¡Uuuh, uh!...
Entonces el anciano segundo miró torvamente a Demetrio y gruñó:
-¡Idiota!
-¡Eeeh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Uuuh!...
Y ahora fueron los dos ancianos los que se detuvieron para gritar:
-¡Idiota!
-¡Majadero!
-¡Uuuh!... ¡Uh! ¡Fieras! ¡Eeeh! –les azuzó, como siempre, Demetrio.
-¡Idiota! ¡Más que idiota!... ¿Quiere usted dejarnos en paz?
Y el otro anciano clamó:
-¡Cretino! ¡Voy a llamar a un guardia!
-¡Eeeh! ¡Fieeeraaaa!... ¡Uuuh! –replicó el domador sin alterarse.
Esta vez hubo un silencio que tenía ya categoría dramática. Los ancianos se detuvieron, tragaron saliva y avanzaron hacia la verja para encararse con Mitsgoursky; llovieron insultos:
-¡Sinvergüenza! ¿No se abochorna de su conducta?
-¡Fieeras! ¡Eeeh! ¡Uh! –dijo Demetrio como si nada oyese.
-¡Bandido! ¡Más que bandido! ¡Voy a salir para que pagues cara tu desvergüenza! –rugió uno de los ancianos enarbolando su bastón y corriendo en busca de una puerta.
El otro le siguió.
Pero la puerta estaba lejísimos, y Demetrio corrió también sin cesar de azuzarlos:
-¡Fiera! ¡Fiera!...
Se pararon otra vez, rojos, congestionadísimos; la ira hacía sus palabras balbucientes:
-¡Canalla! ¡Cana…! ¡Burlarse de dos…! ¡Perro judío! ¡Si pudiese agarrarte por la garganta!...
-¡Fiera! ¡Fieeera! –siguió tranquilamente, mi amigo.
Los ancianos se agarraron a la verja, gritando, insultando ferozmente a Demetrio, con los ojos saltones y las venas hinchadas.
-¡Fiera! ¡Fiera! –decía él con un ritmo mecánico.
-¡Judas! ¡Ladrón!
-¡Malnacido!
-¡Fieeera! ¡Fiera! ¡Eeeh!...
Uno de los ancianos intentó trepar por los barrotes; el otro quiso romperlos a mordiscos, mas no pudieron hacer ninguna de las dos cosas y sus pupilas parecían lanzar rayos; echaban espuma por la boca; un temblor convulso, que atacaba sus mandíbulas, entorpecía el buen desarrollo de los insultos que emitían. Daba miedo verlos. Daba más miedo ver a aquellos pacíficos ancianos que a los terribles leones de Mitsgoursky.
Así transcurrieron veinte minutos, al cabo de los cuales el agotamiento pudo más que la rabia y los dos caballeros cayeron al suelo, jadeantes; ya no gritaban; sólo se oía en ellos una especie de estertor.
Entonces Demetrio los dejó en paz. Se separó de la verja, se volvió hacia mí y dijo con una sonrisa:
-¿Ves? Eran dos fieras y ya están domados. No me negarás que tenía razón…
Encendimos unos cigarrillos y continuamos nuestro paseo hablando de otras cosas menos discutibles.
"El libro del convaleciente" de Enrique Jardiel Poncela.
El abuelo tras apuñalarle se fue "sabia que me cogerian, pero tenia trabajo y no podia faltar a mi puesto".
En este caso
la letrael civismo con sangre entra...#17 El abuelo es un héroe.
Fatal, ese false friend de libro.. Pues claro que las heridas fueron fatales, pregúntale al tipo que las recibió si le hicieron gracia. Lo que no fueron es mortales.
#4 Las jodidas viejas que se cuelan en la pescadería... A que sí?
Debería pasar más!
Puto titular: “En el metro de Japón”, es como decir en la carretera de España o como decir en el culo del mundo, es exactamente eso.
seguro que no lo vuelve a hacer
#1 yayos al poder!
#21 o que le dan conversación a la cajera... O las que pagan con monedas de céntimo y las cuentan una a una en la caja...
#14 Sentarse en un asiento prioritario cumpliendo los requisitos para ello, es un derecho, no una obligación. Igual la gente te mira mal porque hay personas de pie que parecen necesitarlo más que tú.
#11 Y por aquellos lares también son de preferencia, no de uso exclusivo. Simplemente al amigo jubilado le dio por apuñalar al otro, ya que habían discutido en otra ocasión en el mismo tren.
#23 debería de ser "en un metro de Japón",
indeterminado, pero no dar más datos no me parece mal porque tampoco es que aporte mucho a la audiencia española.
#26 ellos no tienen prisa, yo tampoco la tendré si llego a su edad
#2 Qué vamos a hacer
#16 Gracias por compartirlo
Leer estas cosas en un tren abarrotado te traen una dulce sonrisa.
#30 pues son los que menos tiempo tienen
#30 Cuando vives en sociedad no se trata sólo de lo que te va bien a ti.
#14 Ponte la mano en la barriga, no hay nada que haga parecer más embarazada.
#1 aqui son mas de pegar garrotazos a coches que se saltan pasos de peatones mientras blasfeman.
#5 todo indica que el anciano se extralimito y antes tambien podia, ya que en ningun sitio indica que la discapacidad tenga que ser fisica
Alucinante también el final del artículo: "(...), even in the unlikely event that you believe you’d be morally justified in committing assault with a deadly weapon, to consider carefully the full ramifications such actions will have on your work schedule."
Las prioridades en Japón... jejeje
#20 Fatal en ingles significa mortal, así que es una mala traducción
#20 fatal es correcto http://www.wordreference.com/es/translation.asp?tranword=fatal
#36 Ya lo hago, pero la barba me delata.
#35 aplícate ese cuento, si tu tienes prisa, te esperas, al señor mayor no le vienen bien las prisas
#23 Y será que no hay metros y kilómetros en Japón
#34 pero ya lo han hecho todo, para que correr?
#2 Quien no conoce su pasado está condenado a repetirlo
#5
#35 Por experiencia te puedo decir que la mayoría de personas mayores están hasta los cojones de la sociedad, ya que llevan muchos años en ella y ya están de vuelta de todo.
#41 No tomes WordReference como la biblia... Otra cosa es que de tanto traducirlo mal al final acabemos aceptándolo.
http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=fatal
Del lat. fatālis.
1. adj. inevitable.
2. adj. Desgraciado, infeliz.
3. adj. malo.
4. adj. Perteneciente o relativo al hado.
5. adj. Der. Dicho de un plazo: improrrogable.
6. adv. Rematadamente mal. Lo hiciste fatal
#41 he dudado, porque hay frases que ya me suenan muy naturales como "desenlace fatal" pero no en ese sentido; para rae fatal es malo, no mortal. Así que #20 acierta.
#26 Ten paciencia con los ancianos que intercambian 4 frases con la cajera. Muchos de ellos, es con la única persona que intercambian frases en todo el día.
#0 ya que el día anterior habían tenido altercados verbales en el tren
Aquí está la clave. Nadie apuñala a nadie sólo por que le quiten el sitio, pero si a eso se le suman mofas o alguna grave falta de respeto, sí se puede llegar a extremos de indignación que lleven a cometer alguna locura. Me gustaría haber presenciado la discusión del día anterior, apuesto a que el joven se merecía como poco una h*stia bien dada (apuñalar ya es pasarse... pero ante la diferencia de edad y condición física, el anciano querría asegurarse de que no se la devolvieran)
Respect
#5 como consejo a futuro, no les llames minusválidos porque no valen menos, es más apropiado llamarles discapacitados.
#42 Los huevos colganderos tampoco ayudan...
#44 Hay hasta decámetros!!
#54 Porque es mas apropiado llamarles "faltos de capacidad" que "menos validos". Ajam.
#3
Dicen que allí los muy mayores con eso de que pasaron por la II Guerra Mundial, van avasallando a todo el mundo más joven, en muchas ocasiones de forma autoritaria y antipática, y exigiendo que todo les sea fácil y muchas cosas más.
#39 yo siempre que apuñalo a alguien, antes, pienso un momento si me va a descojonar la agenda. Si no es así, apuñalo.
Takeshi Kitano seal of approval
#57 claro, una persona que no puede andar a perdido la capacidad de andar, ergo es un discapacitado. Pero no por ello vale menos
Es un buen momento para recordar que no todas las discapacidades son visibles. Puedes por ejemplo tener las articulaciones reventadas pero todavía moverte sin muletas y sin embargo necesitar ese asiento porque el traqueteo del tren o el autobus te duele, o te hace perder el equilibrio, o te revienta todavía más.
Yo cuando oigo que un anciano es "entrañable" pienso que que te te puede sacar las tripas algun dia. Ese dia ha llegado.
#1 aquí las señoras se te cuelan en la cola de Mercadona, o del autobus.
Pero con una depurada técnica, no te dejan hueco u opción posible para recriminar sin dejarte en vergüenza.
Unas cracks.
Putos yayos
#54 se dice personas de "capacidades motoras o intelectuales diversas".
Muy mal. Un cero en lenguaje inclusivo. No tienes futuro de portavoza.
#3 ¿eso es real?
#65 Aquí en Italia me sucedió una vez que una viejecita que llevaba un sólo paquete me daba golpes _sin querer_ en el brazo, sólo para que me girara, la viese con un paquete y le dira el paso. Los primeros golpecillos los dejé pasar, pero ya al quinto me dije: bueno, basta, pase, Ud. pase.
#54 El término discapacitado no se considera también ofensivo?
#7 ojalá fuera así....que entonces se podría ir preparando esta mierda de país....
No le toques los huevos a un abuelo, si ha llegado a viejo no es por casualidad.
#70 puestos a elegir es menos ofensivo discapacitado
Putos yayos
#50 Para la RAE, "fatal" es.... malo, no, lo siguiente.
CC #41 #49
#69 a mí me ha pasado estar en la cola que llega casi a los congelados, y una señora con toda confianza se va directa a la caja de al lado y deja todas sus cosas en el mostrador, y cuando termina le dice a la cajera "hija, anda, llama a tu compañera que tengo que recoger a mi nieto"
Así se salto la cola, sin ni pedir permiso, y como la recrimines, eres un monstruo porque la pobre va a por su nieto.
La proxima vez que un anciano se os adelante en la cola pensaos dos veces llamarle la atencion, ellos ya no estan para estas mierdas jajajaj
#64 Bueno, eso más bien es "desentrañable"
#14 felicidades por el embarazo
#67 te lo arreglo: "Personas y personos de 'capacidades motoras y motoros o intelectuales diversas y diversos'"
Sin disculpar al viejito qué no hay por donde cogerlo, pero igual allí los asientos especiales sólo lo usan las personas que lo son y el joven u otros jóvenes no deberían de sentarse.... lo de ir preparado con el cuchillo, denota qué le había pasado más de una vez,... aunque también puede ser que fuera una navaja como llevan muchos ancianos y no tan ancianos en España.... nos quedamos sin saber el porqué.
#67 Se llaman personas especiales pero igualmente válidas.
#7 Por eso votan en masa al PP supongo.
#76 Hombre, pues si hay mucha cola me parece de lujo que alguien exija que habran otra caja. Fíjate que de las historias de viejas esta me parece hasta bien
#62 pero es menos válido para correr una maratón.
#69 o sea, que la viejecita consiguio lo que queria...
#80 "intelectuales o intelectualas"
#54 se dice "Retrón"
No se como es en Japón, pero aquí puedes sentarte en el asiento de mayores o de embarazadas sin problemas. Ellos tienen preferencia, pero si están libres, los puede usar cualquiera. Otra cosa es que el viejo fuera un puto autista que ni siquiera se dignó a pedirle que le cediera el sitio. Que si hay que tener educación para ceder el sitio, también hay que tener educación para pedirlo, pero claro, viejos y educación... aquí poca.
Con 62 años no se es anciano y mucho menos ahora. Se ha traducido "senior" mal.
#71 Si, para empezar ya no tendrian que votar al PP
#65 En estos casos hay que decirles: pase, pase, que para el tiempo que le queda mejor no gastarlo haciendo colas.
Justo ayer vi gran torino...
Os pensabais que el civismo extremo en Japon venia de serie?
#21 ¿o las que siguen comprando pero dejan el cesto del super haciendo cola para no perder turno de pasar por caja?
#84 si no abrían otra caja es porque no podían, estaban a tope.
Por eso digo que se coló de forma brillante, y elegante.
#91 me la apunto
Lo aprendió de Stallone
#65 A mi las pocas veces que se me ha colado un señor o una señora mayor les he dicho eso de: Pase usted que le queda menos tiempo.
deleted¿Guardián de la moral o simplemente un sádico psicópata buscando una excusa para acuchillar?