Hay fechas que no se olvidan (y no se deben olvidar) porque marcan un antes y un después en la conciencia colectiva de un país. El 9 de octubre de 1999, el nombre de Rocío Wanninkhof, una joven de 19 años de Mijas, quedó grabado para siempre en la historia negra de España. Aquel crimen no solo segó una vida, sino que abrió una herida que aún supura: la del error judicial, la del juicio mediático, y la de una sociedad que aprendió —a un precio demasiado alto— lo que significa la pena de telediario. Una desaparición que marcó a la Costa del Sol