#_7 Ese discurso de “todo es una conspiración del 20N, del PP, de los togados fachas y del Espíritu Santo” es tan previsible que parece escrito por un generador automático de excusas podemitas. Pero vamos a los datos, que es donde se desmontan estos cuentos.
El fiscal general fue condenado por revelar secretos a una afectada concreta, nombres y apellidos, en un procedimiento donde el propio Supremo acredita que usó información reservada para perjudicarla. No es una elucubración: es una sentencia firme del órgano judicial más alto del país, votada por magistrados progresistas y conservadores. No hay récord extraño: el TS tarda lo que tarda cuando el caso está claro, y aquí lo estaba, porque los hechos eran documentales, con rastros de comunicaciones internas, no opiniones.
Compararlo con Garzón es directamente falso: a Garzón lo condenaron por intervenir conversaciones abogado-cliente, vulnerando derechos fundamentales. Y también lo condenó un tribunal mixto, no un aquelarre franquista. Meter a Gürtel aquí es ya puro wishful thinking.
Lo de convertir a Begoña o al hermano de Sánchez en víctimas clarividentes solo retrata la ansiedad del argumentario: si estuvieran tan limpios, no haría falta envolverse en conspiranoias predefensivas. Y lo de Peinado “con carta de arriba” es de traca, porque si algo ha demostrado este Gobierno es que el que recibe la carta de arriba siempre es quien les blanquea, no quien les investiga.
El remate es hilar esto con una supuesta caída del Estado de derecho… cuando precisamente lo que ha ocurrido es lo contrario: por una vez, un alto cargo cercano al poder ha caído. Sin disturbios, sin presiones, sin maniobras. Sentencia. Punto.
Pero nada, que sigan llorando golpes judiciales imaginarios. Cada vez que el Supremo les estropea el relato, corren a refugiarse en Franco. Y luego se preguntan por qué la gente ya no compra su victimismo de serie.
El fiscal general termina condenado por revelar secretos, inhabilitado dos años y con una multa ridícula, y el Gobierno responde con el “respetamos pero no compartimos”, que es básicamente decirle al Supremo que ni así les convences de que su gente mete la mano donde no debe.
Llevan un año con Ábalos, Cerdán, Koldo y ahora el tipo que debía garantizar la imparcialidad del Ministerio Público, todos desfilando por tribunales, y aún intentan vender la idea de que todo es un malentendido. Lo mejor llega cuando anuncian que nombrarán a alguien “de máximo prestigio”, justo después de que el prestigioso anterior fuese condenado por filtrar información sensible. En cualquier país serio esto sería un terremoto institucional; aquí solo es otro martes en el ecosistema de la PSOE, donde cada vez que abren un cajón sale un caso más.
#408 Muy bien, los datos son claros: el fiscal general Álvaro García Ortiz ha sido condenado por revelación de secretos, con multa de doce meses a 20 €/día, inhabilitación para el cargo por 2 años y costas judiciales completas. La sentencia concluye que filtró información privada y documentos clasificados a terceros sin derecho a ello, lo que no es un simple desliz, sino un abuso grave desde la propia Fiscalía. Y sí, ha sido juzgado antes incluso que algunas de las personas a las que filtró esos secretos, lo que demuestra que la acusación tenía bases reales y no era una maniobra mediática.
#1 Ay, los meneantes de izquierdas… esos héroes del teclado que llevaban meses defendiendo al fiscal como si fuera Gandalf en el puente de Khazad-dûm. “No podéis pasar… pruebas”, supongo.
Y ahora, zas, condenado por revelación de secretos. Qué sorpresa, ¿eh? Los mismos que te decían que era “lawfare”, “derecha judicial”, “fango”, ahora están haciendo malabares dialécticos para explicar cómo su paladín de la justicia ha acabado pagando multa, costas e inhabilitado dos añitos. Menudo plot twist les ha quedado.
La PSOE les vende otro “no es lo que parece” y ellos, como siempre, entran en modo fanboy: refrescos, palomitas y un comentario culpando a Ayuso de algo porque total, pega con todo.
Mientras tanto, en la realidad: el fiscal general condenado. Pero tú entra en Menéame y verás el festival de giros, excusas, “contextos” y contorsiones que harían llorar a un fisioterapeuta.
Qué tropa. Cada día parecen más una secta que un foro. Y encima dan risa sin esforzarse.
Madre mía, otro podcast de Franco. Los de siempre dándole al hit de 1975 como si les pagaran por minuto escuchado. Ya es tradición: llega noviembre y la izquierda saca el árbol de Navidad, las luces… y a Franco del trastero, que sin él no llenan ni una tertulia.
RNE reconstruyendo “cómo se contó la muerte del dictador”. Claro, porque lo que nos faltaba en 2025 era el director’s cut de un señor que lleva medio siglo criando telarañas. Eso sí, de cómo la PSOE va arrasando récords de paro, deuda y chapuza administrativa… de eso no hay podcast. Será que no les cabe en un capítulo, ni en una temporada.
Pero nada, que sigan con Franco. Mientras ellos remasterizan el pasado, el país les está quedando en modo “beta eterna”.
Es que es delicioso: la izquierda habla de Franco como si hubiera muerto ayer y les debiera tres meses de alquiler. Da igual el tema, siempre aparece el santo patrón de sus traumas. Les mencionas el precio del aceite y zas, Franco. Les recuerdas un caso de corrupción de la PSOE y pum, Franco otra vez, como si el tipo estuviera firmando sobres desde el Valle de los Caídos.
Llevan cincuenta años intentando vivir del antifranquismo igual que aquel colega que repite la misma anécdota de Erasmus porque no le pasó nada más interesante en la vida. Sin Franco se quedan sin relato, sin enemigo y sin excusa. Por eso lo resucitan a diario, porque si no, tendrían que hablar de sus propios desastres. Y claro, eso sí que les da pánico.
Cerdán sale diciendo que “todo son mentiras” mientras sigue imputado, sin pasaporte y con la UCO a punto de soltar otro informe que huele peor que el caso Koldo entero. Si de verdad fuera inocente no habría pasado 142 días en Soto del Real ni tendría a media familia colocada a dedo y viajes pagados con una tarjeta que no era suya.
Lo de siempre en la PSOE de Sánchez: negar mientras la corrupción chorrea.
#65 Es mucho mejor ser coherente con tu discurso y echarse a un lado en lugar de seguir apoyando un gobierno corrupto, pero claro eso no interesa, mejor aferrarse al sillón.
Cerdán huele a comisiones y enchufes a kilómetros. La UCO ya le ha pillado pagando viajes, comilonas y colocando a media familia, todo con tarjeta ajena y favores bien engrasados. Y esto es solo el aperitivo: falta el informe patrimonial, donde suelen caer las bombas gordas.
El sanchismo no es un partido, es una red de colegas viviendo del cuento. Ábalos, Koldo, Cerdán… cada uno es un capítulo nuevo del mismo manual: usar el poder para forrarse y luego soltar que “han actuado con contundencia”. Sí, claro: contundencia para hacerse los ciegos mientras todo apesta a kilómetros.
Sumar queriendo “poner firmes” a Google, Apple y Amazon es como si el grupo de teatro del insti amenazara a la NBA: mucha pose y cero miedo real. Su famosa tasa Google recaudó menos de la mitad de lo prometido, mientras las Big Tech siguieron moviendo beneficios fuera y ganando miles de millones sin despeinarse.
Ahora sacan la “tasa Trump”, básicamente el mismo fracaso con otro nombre. Ni coordinación europea, ni capacidad de control, ni músculo para seguir la ingeniería fiscal de estas empresas. Las Big Tech manejan más dinero que varios países juntos; Sumar bastante tiene con no desmoronarse entre sus propias peleas internas.
Sánchez diciendo que la PSOE ha actuado “con contundencia” es de chiste. Contundente ha sido la UCO, que lleva meses desgranando cómo la red de Cerdán cobraba un dos por ciento por obra, usaba sociedades pantalla, metía dinero en cooperativas fantasma, inflaba nóminas a familiares y pagaba gastos con la tarjeta de Servinabar mientras él tenía casi la mitad de la empresa. Todo eso pasó ante las narices del partido y nadie vio nada, nadie preguntó nada, nadie hizo nada.
Llamar “contundencia” a mirar para otro lado hasta que la Guardia Civil te pone el marrón delante es como decir que te has puesto a dieta porque ya no queda comida en la nevera.
El fiscal general fue condenado por revelar secretos a una afectada concreta, nombres y apellidos, en un procedimiento donde el propio Supremo acredita que usó información reservada para perjudicarla. No es una elucubración: es una sentencia firme del órgano judicial más alto del país, votada por magistrados progresistas y conservadores. No hay récord extraño: el TS tarda lo que tarda cuando el caso está claro, y aquí lo estaba, porque los hechos eran documentales, con rastros de comunicaciones internas, no opiniones.
Compararlo con Garzón es directamente falso: a Garzón lo condenaron por intervenir conversaciones abogado-cliente, vulnerando derechos fundamentales. Y también lo condenó un tribunal mixto, no un aquelarre franquista. Meter a Gürtel aquí es ya puro wishful thinking.
Lo de convertir a Begoña o al hermano de Sánchez en víctimas clarividentes solo retrata la ansiedad del argumentario: si estuvieran tan limpios, no haría falta envolverse en conspiranoias predefensivas. Y lo de Peinado “con carta de arriba” es de traca, porque si algo ha demostrado este Gobierno es que el que recibe la carta de arriba siempre es quien les blanquea, no quien les investiga.
El remate es hilar esto con una supuesta caída del Estado de derecho… cuando precisamente lo que ha ocurrido es lo contrario: por una vez, un alto cargo cercano al poder ha caído. Sin disturbios, sin presiones, sin maniobras. Sentencia. Punto.
Pero nada, que sigan llorando golpes judiciales imaginarios. Cada vez que el Supremo les estropea el relato, corren a refugiarse en Franco. Y luego se preguntan por qué la gente ya no compra su victimismo de serie.