La trayectoria verborreica de Díaz Ayuso puede leerse como un catálogo de lo esperpéntico. Lo mismo suelta una gracieta sobre terrazas y cañas en plena pandemia que trivializa con los muertos en las residencias con un “qué más da, si se iban a morir igual”. Lo mismo se saca de la manga un exabrupto barriobajero tipo “me gusta la fruta” que reduce la devastación de Gaza a un chiste doméstico con magdalenas y flores. Hannah Arendt habló de la “banalidad del mal” al describir a los burócratas nazis convencidos de cumplir con su deber.
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