Cualquier persona que diga que hay un solo motivo por el que la gente no va al cine, o que hay una solución milagrosa que mejoraría la taquilla inmediatamente solo es un charlatán. Ir al cine, que en el siglo XX era el entretenimiento barato y social que nadie quería perderse, se ha convertido en un simple nicho que solo se reactiva de forma masiva en días muy específicos. Y la culpa no es exclusivamente de un solo factor, sino de un buen puñado de ellos que, al juntarse, han dado lugar a la tormenta perfecta.  
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