En este asentamiento minero alejado de todo y ubicado entre la nada, la vida transcurría como siempre, de manera rutinaria. Mientras no hay mujeres, los contrastes son escasos. Era día sábado por la tarde, y todos esos hombres rudos hallábanse en la plazuela retozando bajo la fresca sombra de los árboles, algunos bebían licor y fumaban, mientras parloteaban y bromeaban. Era día de descanso, y al día siguiente vendrían las prostitutas a ofrecer sus caricias… Así transcurría la tarde en medio del ocio y la ansiedad por el desenfreno que acaecería
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