Madrid se dotaba de horchata en Agosto, ponía remo en la charca elegante del retiro y navegaba. Sacaba la silla a la calle, el botijo guardaba el frio para el paladar y el aire se renovaba en la sierra y el Jarama. En los tenderetes de ropa y las huertas frescas, regadas de luz del Manzanares, mojaban los pies los madrileños.
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