Manolo Preciado (Astillero, Cantabria, 1957) fue un defensa curtido en mil batallas, un bigote bajo el que se adivinaban las tres efes: feo, fuerte y formal. Su filosofía de vida fue la alegría. Su motor, la amistad. Su honradez, su identidad. Así fue su vida. La muerte le ha regalado la inmortalidad en los recuerdos de los hombres y en la leyenda del fútbol. A través de los tiempos, no habrá partido donde las tripas de El Molinón se olviden de gritar al viento su nombre, como grito de guerra de su legado, de su memoria. La de un hombre bueno.
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