Es asombroso que en un país con casi 15 millones de personas sin empleo haya todavía algún economista que tenga trabajo. Esto es culpa primera y principalmente de ellos. Se supone que los economistas saben de economía y ofrecen consejo sobre cómo evitar catástrofes antes de que se produzcan y nos ayudan a recuperarnos de los desastres que suceden pese a estar avisados. La profesión económica no ha sacado buena nota en este sencillo boletín.
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