¿Os imagináis a un hombre vivo sin pulso y al que no se le pueda medir la presión sanguínea? Pues existe, se llama Gerard Langevin y vive en Canadá. La medicina convencional le daba por perdido ya que su historial médico (dos infartos en los últimos 4 años) desaconsejaban un transplante. Ahora, la técnica le ha podido salvar la vida gracias a "Heartmate II", una maravilla mecánica. La traducción en:
www.maikelnai.es/?p=51