En la enésima prueba de que no somos más que animales tocados por la varita de la evolución está el hecho de seguir la misma regla de aprendizaje que el resto de seres vivos de nuestro planeta: la imitación. El problema llega cuando la Generación Z no ha tenido a quién imitar en algo tan aparentemente simple como, por ejemplo, comprar en una carnicería de barrio.
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