Alguien dirá que es culpa de la Ley de Memoria Histórica, que ha vuelto a convocar los viejos fantasmas. Pero no es cierto. El fantasma se manifestó antes, en la segunda legislatura de Aznar. Perdidos los complejos, se rompieron los fugaces idilios con Azaña, Lorca o Max Aub, y salieron de las catacumbas los conceptos que habían estado escondidos.
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