En el periodo Edo (1603-1867) los eruditos y samuráis japoneses solían organizar veladas nocturnas a las que llamaban "veladas con cien velas", porque se reunían en una habitación donde encendían cien velas formando un círculo y se colocaba un lienzo con el retrato de un fantasma, de tamaño natural. Provistos de abundante sake, en cuanto anochecía, cada uno de los asistentes se sentaba en el centro de ese círculo y comenzaba a leer historias fantásticas (Kaidan) sobre monstruos, fantasmas y lugares encantados, mirando a la pintura.
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