“Antes Tesla representaba progreso y tolerancia, pero ahora es exactamente lo contrario. Eso molesta a casi todo el mundo y se nota”. Cuando Elon Musk abrió hace unos años las puertas de su gigafactoría en Grünheide, un pueblo cerca de Berlín, todo (o casi todo) fueron celebraciones. Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. La deriva radical, los saludos nazis y el apoyo a AfD de Musk han hecho crecer la oposición vecinal a una planta que ya ni siquiera ofrece tantos puestos de trabajo como prometía.
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