Desarrollar un procesador que pueda convertirse en el cerebro de un smartphone de alta categoría no es una tarea simple: se necesita un equipo alto de ingenieros especializados que se dedique en exclusiva a la tarea durante años. Eso sí, el esfuerzo merece la pena, no hay más que ver el potencial de Apple o el de Huawei, por ejemplo. Lo que ha logrado Xiaomi es un hito en toda regla, aunque gracias a una situación diferente a la de Huawei.
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