Es algo que impresiona: con treinta y cinco años sigues siendo joven para algunas instituciones, peor demasiado viejo para las empresas. Además, cuando te quedas en paro a partir de cierta edad, ya empiezas a temer a los fantasmas del desempleo de larga duración porque sabes que las empresas no cogen a nadie a partir de los treinta y tantos. ¿Pero por qué?  
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