En Chile, un juez condena a un ladrón de 18 años a un año de asistencia a misa (y a labores de ayuda a la parroquia). El delito fue robar botellas de gas para la calefacción y realizar distintos destrozos. Aunque han surgido detractores que consideran que la justicia no se puede inmuscuir con la fe, el fiscal de la causa justificó el caso diciendo que el muchacho estaba arrepentido y conforme con el castigo que se le aplicó. El párroco, feliz: "Hay que dar alternativas a los jóvenes para que reparen los daños". Otro paso atrás para el laicismo.
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