Todo parece indicar que la tradición comenzó a celebrarse en el siglo XVI, según se ha podido saber a través de los diferentes documentos recogidos en el archivo del pueblo. Antiguamente, en Tarazona existía una cárcel en la que cada año se daba la oportunidad a un preso de salir en libertad. Pero la liberación no era gratis. Al elegido se le daba un palo con una bola atada mediante una cadena. La condición era sencilla: para conseguir esa libertad tenía que lograr salir del pueblo sin que ninguno de la localidad lograra atraparle.
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Una imagen vale más que mil palabras
Por lo que cuentan, el reo tenía que escapar del pueblo mientras los aldeanos trataban de evitarlo lanzándole piedras. Éste tal solo tenía un palo con una bola atada a su extremo para defenderse. Menudo espectáculo.