"Dar un móvil para calmar o anestesiar a un crío no enseña a regularse, ni a tolerar la frustración. Esto es algo que se aprende en contextos reales y no ficticios. La pantalla solo oculta la intensidad emocional y convierte a los chavales en potenciales adictos y mucho más reactivos la próxima vez que quieran algo".  
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