A pocos aspectos deberá prestar más atención una fuerza transformadora en esta época de cambio que a la tarea de pensar la reconstrucción del Estado, en un país donde la más burda corrupción, la desidia ignorante, el recelo entre administraciones y la gestión de una crisis desde modelos e intereses extranjeros han llevado a las estructuras estatales a una situación grotesca, a medio camino entre una versión neobarroca de la ruinosa España del XVII y la aturdidora grosería de una sociedad de consumo cuasi tercermundista.
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