El reloj de mano marca la 01:30 a.m. Pablo Hernández se estira la camisa con esmero, pues es consciente de que la discoteca por todos hoy elegida debe su fama tanto al espectáculo que ofrece como a las zancadillas que pone para atravesar el umbral de entrada. Ahí se decide todo: gozar o resignarse al famoso “¡otra vez será...!” Hoy en día, Pablo puede ser cualquiera. Hay personas que confunden el derecho de admisión con la discriminación. +info en
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