Uno de los mejores abogados de Grecia en 1958 tenía una forma insólita de estudiar: leía Braille con la lengua. Sus dedos estaban tan dañados por la metralla de una mina alemana que no podían distinguir los puntos en relieve. Así que, en secreto, se entrenó noche tras noche hasta lograr lo que parecía imposible: pasar la lengua sobre las páginas y traducir cada signo en palabras que luego repetía de memoria. Nadie le creyó al principio, hasta que en clase recitó enteros los textos que supuestamente no podía leer. Ese ingenio, unido a una
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