Mientras España enfrenta crisis sanitarias, éticas y humanitarias, el líder del PP eligió como munición… chistorras. Sí, esas salchichas asturianas que, en su boca, se convierten en metáfora de la corrupción que él mismo encarna. Pedro Sánchez, con una sonrisa contenida y un “Ánimo, Alberto” que resonó como un bofetón institucional, le devolvió la pelota con la elegancia del que no necesita gritar para imponer la verdad.
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