
Tierra, tierra. Grito el vigía.
El capitán pensó que sería otra alucinación, y sería la cuarta.
Llevaban dias sin provisiones y el agua se estaba acabando. Semanas sin tocar tierra y sin viento para navegar hacia mella en la escasa tripulación que quedaba
Pusieron rumbo hacia allí y una corriente extraña les llevo rápidamente. Al acercarse vieron que era real y no un espejismo, por fin podrían aprovisionarse.
Desembarcaron todos en busca de alimentos y agua, y les recibieron sus exageradamente amables habitantes que les saciaron de manjares. Carnes jugosas, exóticos pescados, dulces frutas y agua de citricos.
No podían creer lo que les estaba pasando.
Al preguntar dónde estaban, les dijeron que en isla perdida, y que no buscasen en los mapas porque no aparecía.
Tras quedar saciados fueron cayendo dormidos uno tras otro, plácida y felizmente.
Al despertar estaban todos en cubierta, con el velero a la deriva. Las bodegas llenas de alimentos y agua potable. No había rastro de tierra a la vista.
Intentaron volver a isla perdida, pero las brújulas extrañamente funcionaban mal. Habían perdido el norte.
Tierras extrañas, días raros.
A veces las mejores y las peores intenciones se ven impedidas por las discrepancias entre unos y otros, así surgen las Divisiones Internas
Solo queda un delgado amasijo negro humeante. Los equipos de extinción apagan la última incandescencia.
Treinta minutos antes, una inexplicable colisión produjo una fulgurante bola de fuego que envolvió a piloto y vehículo.
Esa misma mañana, Ignacio dejó una carta sobre la mesa, se dirigió hacia el taller y comenzó a desmontar las protecciones de seguridad del biplaza con el que tantos premios había conquistado.
Anoche, tras otra discusión, ella sentenció la relación. Le dijo que ya no sentía la llama del amor cuando estaban juntos; que solo quedaba un delgado amasijo negro humeante.
El coronel mira al suelo, los hombros hundidos. Con las manos en la espalda, contempla su vida; dedicada al sacrificio, al honor. Una vida cumpliendo con su deber, hasta que su honor y su decencia vencieron a la obediencia inculcada desde niño. Un conflicto interno mucho menos sangriento, menos cruel que la guerra civil que se libraba a su alrededor, aunque igualmente encarnizado. Al ordenarle atacar un pueblo que sabía vacío de enemigos su conflicto interno se dirimió y el coronel cambió de bando, junto a un pequeño contingente de sus soldados más fieles. Desde entonces luchó una guerra desequilibrada, desesperada pero justa mientras que en su interior no sentía más que paz. Y así, en paz, fue como levantó la cabeza, enderezó los hombros y se dirigió al pelotón con una voz que había afinado para el mando como el más delicado de los instrumentos. Su última orden: fuego.
«Casco hermético cerrado correctamente y preparado»
Diez...
-Solo quiero decirte que no me importa el tiempo y te esperaré.
Nueve...
-Lo sé.
Ocho...
-¿Te acordarás de mí?
Siete...
Recordaré este momento.
Seis...
Es tan triste todo esto...
Cinco...
Lo superaras.
Cuatro...
¿Y qué haré entoces?
Tres...
No es el fin.
Dos...
Para nosotros, sí.
Uno...
El coheté despegó hasta superar la velocidad de la luz unos minutos después. El nuevo viaje intertemporal comenzó y una lágrima brotó de los ojos del piloto. Tal vez no la volvería a ver nunca.
—Bueno, señores… un placer —dijo el hombre en voz alta, mientras se ponía en pie.
Su voz era firme y cálida. Caminó por el pasillo estrecho con calma, como quien pasea por un jardín.
Se acercó a una niña que lloraba y le acarició el cabello suavemente.
—Todo saldrá bien —dijo, mientras le guiñaba un ojo.
El padre de la niña dejó escapar una risa temblorosa. La madre le miró con desesperación y algo de alivio.
A un anciano que rezaba con la cara hundida entre sus manos, le puso una mano en el hombro, le miró fijamente y asintió. El anciano le devolvió la mirada y asintió también con una leve sonrisa.
Siguió avanzando, estrechaba la mano uno a uno con firmeza y cariño, siempre con una sonrisa reluciente.
Finalmente regresó a su asiento. Sacó una foto arrugada de dos niños y la besó suavemente.
Cerró los ojos, respiró profundamente...
Y el avión cayó.
El Panadero apuntaba su arma al pecho del Profesor, con la muerte en la mirada.
-- Quince años en la cárcel, y eso gracias a la amnistía... hubieran sido treinta, por tu culpa. Vengo a matarte.
-- Adelante -- el Profesor llevaba mucho tiempo imaginando este encuentro -- No te lo voy a negar, fui yo. Yo os delaté a todos. Me torturaron, y no soy un espía ni un héroe. Todos jugábamos a revolucionarios, y nos pillaron. Así que vamos, mátame. Pero después mastica ese cañón y dispara, porque este momento es fruto del simple azar: me interrogaron antes. Si hubiera sido al revés, tu habrías cantado igual y nuestros papeles ahora estarían invertidos. Así que dispárame o vete a tomar por culo, pero cierra la puerta despacio al salir. No tolero los ruidos fuertes.
El Profesor se sentó en su sillón favorito de espaldas al Panadero, y esperó.
¡BAM!
- A ver, Yuli, que ya van dos veces.
- Si es que estoy en racha, Jaime. El primer examen lo estudié a medias. Y saqué un notable.
- Lo sé...
Yuli seguía entusiasmada.
- En el segundo, solo me estudié un tema que no cayó y otro notable. Estoy en racha estas últimas semanas.
- Pero Yuli, aunque apruebes el examen, si no sabes, ¿ de qué te vale en la vida ? Lo que necesitas es conocimiento, no una nota que en unos meses nadie recordará.
- Estoy en racha, estoy convencida. Para este examen no voy a estudiar nada y quiero aprobarlo.
- Pues amén. Que haya suerte, que así sea.
Y dos días más tarde Yuli daba la noticia.
- ¡ Jaime, he aprobado otra vez !
- Lo sé. Ese era tu tercer deseo.
- ¿ Deseo? ¿ Igual que los de los genios ?
- No hacías mucho caso a lo que te contaba hace unas semanas cuando me presenté, ¿ verdad ?
—El festival lo organiza la Unión Europea de Radiodifusión, ¿no?— preguntó Thomas Kinskyn desde Alemania
—Sí, eso mismo —respondió una voz femenina desde Bruselas.
—Pues entonces, ya me diréis qué problema hay en que participe la Televisión Vaticana. El año pasado, llegó San Marino a la final...
—No, si no hay ningún problema real... Es de otro tipo.
—¿De qué tipo?
—Ahora todos los carcas y ultraderechistas votan a Israel, por molestar. ¿Y si les da por votar al Vaticano? —preguntó Jansen desde Noruega.
—Pues ganará el Vaticano. ¿Qué problema hay? Quieren presentar a un grupo de monjes cantando una canción medieval gregoriana...
—Son seis minutos de canción...
—¡Joder, que ese sea nuestro mayor problema! A ver qué hacen contra eso los israelíes —se burló el representante de España.
Alguien se rió desde Italia
—¡Ni siquiera los carcas son infinitos! ¡Probemos!
-Y este es el Eurovisión Mark VII, con un nuevo psisensor intraóptico que permite controlar los pensamientos del portador, conexión tri-fi al ministerio europeo de la verdad y un selector de cuatro intensidades, a saber: padefo acojonado, votante indeciso, forofo intenso y gilifacha terminal, al gusto de cada extremismo político, con entradas adicionales para lobistas a comisión y religiones milenarias pendencieras.
-Si bueno, pero lo importante aquí es si lo tienen en color rojo sangre y con extra de tragaderas.
-Ufff, me pide usted imposibles, señora presidenta de la comisión europea.
-Pero lo necesitamos...
-Si, si, entiendo, pero para ese tipo de manipulación igual deberían volver a emitir algún concurso de berridos melódicos. Aquí en Bombardeos sanos para todos, sociedad ilimitada, tenemos una firme ética militar para los negocios y no podemos transigir con ese tipo de peticiones.
-Bueno, ya veo como están las cosas... Pues póngame 750 millones de unidades en colores surtidos... ¿Hacen descuento por volumen?
Su padre, el prestigioso cirujano Antonio Ugalde, fue alumno de Antonio Vallejo-Nágera y cercano al régimen franquista. Se casó con una mujer que ya daban por estéril; aunque finalmente tuvieron un hijo cuando ambos rondaban los 40 años de edad. Le llamaron F. Ugalde. Siempre así, por su inicial.
F. Ugalde apenas conoció a sus padres. Fallecieron durante un viaje a Brasil. Le criaron sus tíos. De su madre supo poco: una mujer hogareña y sumisa. De su padre había más literatura, claro. Pero en lo íntimo, familiares y excompañeros solo detacaban su fascinación por la novela Frankestein y por los hermanos gemelos.
Tampoco aclararon a F. el motivo de su propia gran cicatriz en el abdomen. Un trasplante de hígado cuando era bebé, le confirmaron varias fuentes. Pero F. nunca tomó inmunosupresores…
Un caso curioso este, el de Federico Ugalde, ¿no creéis?
Él leyó "Se necesita fontanero…" en el clasificado del periódico, pero las letras siempre se le habían hecho bola, desde pequeño. De todos modos, tomó la dirección y para allá que fue, sus 8 años de experiencia en el sector debían servir para algo.
En la antesala del despacho había ya candidatos esperando, y le pareció raro que se le quedaran mirando con una media sonrisa.
-Buenos días, venía por lo del trabajo-, le dijo a la señorita en la mesa. De nuevo, repaso y media sonrisa…
-Sí, deme su nombre, y espere ahí, le llamaremos.
Mientras esperaba, aprovechó para ver la competencia. Hombre, muy cachas y muy depilados para ser fontaneros… Le llaman:
-Por favor, entre en esa sala y vaya desnudándose.
-¿Cómo? Pero ¿dónde es la avería? ¿En una piscina?
-¿Qué avería? Esto es el casting para una película de adultos, "El fontanero y su desatascador mágico".
Herramientas principales de fontanería.
Soplete. Se usa para calentar, soldar o eliminar por calor intervenciones molestas.
Pinzas de presión. Pinzas que permiten torcer o arrancar diversos materiales molestos.
Alicates extensibles o alicates de pico de loro. Se usan cuando hay que llegar a un elemento no previsto con mayor ancho de caudal del esperado.
Llave inglesa. A veces hay que ajustar cada tornillo de la filtración.
Desatascador o chupona. Usado sólo en caso extremo de atasco grave en la cloaca.
Llave grifa o llave de perro. Se usa en casos muy concretos, hay que tener cuidado porque se puede romper la tubería.
Cortatubos. Sirve para cortar un tubo que debe ser soldado a otro o cegado para redirigir el flujo del agua.
Llave de cadena. Se usa para casos extremos de tubos de diámetro especial. Se usa con mucha precaución ya que esa tubería puede contener muchos restos no deseados.
Efectivamente, en una ráfaga de creatividad e inspiración hemos decidido hacer una pausa (hasta septiembre) en nuestro concurso semanal de microrrelatos y lanzar el último tema antes de que todos hagamos las maletas, cerremos el portátil y huyamos —si podemos— del calor, los jefes, los noticieros y las opiniones en Twitter (de Menéame sabemos que no es posible). Es el momento de escribir brevemente sobre eso que todos anhelamos y tememos: las vacaciones.
-Lo siento, pero es imposible mantener los árboles, no hay presupuesto- espetó el técnico de Jardines.
Los vecinos ya se temían esa postura del Ayuntamiento, estaba canino y se resistía a gastar ni un euro en "cosas inútiles". Pero, muy al contrario, eran imprescindibles.
-Más lo siento yo: esa respuesta es inaceptable. Los árboles del barrio están casi todos muertos por su negligencia, y su sombra es más que necesaria- dijo el portavoz vecinal.
-Bueno, bueno, lo primero es mirar cómo están los que quedan. Vamos…
Salieron del local comunitario, en Julio, a mediodía, sol de justicia, hacia el primer árbol todavía en pie. El técnico, sudando la gota gorda, se sitúa bajo su sombra.
-No, hombre, venga al sol, con nosotros: no hay árboles, va cargado con compra y no hay resguardo…
A la semana siguiente iniciaron las labores de replantado y protección de los árboles de la calle.
"Pataletas" tema de la semana en el concurso de microrelatos de Menéame
¡Hoy es el día! Estoy harto de tantas habladurías. Dicen que el que pisa esas tierras puede ver cosas increíbles y hoy voy a comprobarlo.
Llegué en coche y fui caminando hasta allí. Comprobé con mi pie izquierdo si pasaba algo al pisarla y no noté nada. Era de noche y tras varios intentos me tumbé en el suelo a contemplar las estrellas.
Al cabo de un rato quedé embobado con la belleza del cielo. Las estrellas hacían viajar a mi preocupada mente transportándola a la felicidad. Por momentos olvidé todo mi ser y quedé atrapado en la inmensa belleza del firmamento. Sí, ya lo creo, estas son unas tierras raras. Nunca había sentido algo así.
menéame