El coronel

El coronel mira al suelo, los hombros hundidos. Con las manos en la espalda, contempla su vida; dedicada al sacrificio, al honor. Una vida cumpliendo con su deber, hasta que su honor y su decencia vencieron a la obediencia inculcada desde niño. Un conflicto interno mucho menos sangriento, menos cruel que la guerra civil que se libraba a su alrededor, aunque igualmente encarnizado. Al ordenarle atacar un pueblo que sabía vacío de enemigos su conflicto interno se dirimió y el coronel cambió de bando, junto a un pequeño contingente de sus soldados más fieles. Desde entonces luchó una guerra desequilibrada, desesperada pero justa mientras que en su interior no sentía más que paz. Y así, en paz, fue como levantó la cabeza, enderezó los hombros y se dirigió al pelotón con una voz que había afinado para el mando como el más delicado de los instrumentos. Su última orden: fuego.