Todo aprobado, celebración en el parque... mi padre nos olió, y para evitar que nos viera, corrimos hacia la oscuridad. Lo conseguimos. Durante la carrera la rodilla hizo crack. La escayola del día siguiente rompió el sueño del interrail, de disfrutar de albergues como si fueran palacios.
Así que otro verano en el pueblo, viendo a los niños jugar en el lago, que al contrario que el océano, no tenía apenas olas ni marea. Al menos todavía no había reguetón. Aunque recuerdo con más claridad a la orquesta durante las fiestas (las mejores de la comarca, dicho sea de paso) con su son montuno hasta las 3 de la mañana.
Pero uno no es incorruptible al aburrimiento. A falta de propuestas más interesantes como hacer solitarios con una baraja española, me dediqué a la papiroflexia, así los podría liar en la oscuridad para no tener que huir como un narco.
menéame