Sin hacer spoilers, me dispuse ayer a ver el primer capítulo de la segunda temporada de Fallout. Y los primeros minutos ya nos plantean una pregunta bastante incómoda: ¿el progreso justifica cualquier cosa?
El capítulo empieza mostrándonos una turba sindical apaleando un robot, mientras por detrás la voz en off de Robert House, el fundador de Robco, nos habla de las bondades de su empresa para “mejorar la eficiencia en nuestros centros de trabajo”.
Luego cambiamos de emplazamiento a un bar de proletarios, donde, como en Los lunes al sol, estos se lamentan aireadamente por sus condiciones laborales:
Desde el fondo de la taberna, un personaje bien vestido y acicalado, de manos suaves y modales perfectos, replica en voz alta:
El curtido trabajador le increpa, y comienzan a rodearlo el resto de los parroquianos. Con calma, el engominado le pregunta:
El clima se vuelve más tenso mientras el grupo de trabajadores lo amenaza. Él, con parsimonia, responde:
“La obsolescencia… intento ver su punto de vista, pero yo jamás sería tan obtuso como para sorprenderme de lo inevitable.”
¿Qué nos quieren decir con esto? ¿Es el tan cacareado progreso algo que siempre mejora la calidad de vida humana, o está condenado a dejar siempre a alguien atrás? ¿Es un avance si la herramienta es mejor pero el trabajador es más pobre?
¿Hasta qué punto las mejoras tecnológicas y su impacto en el mercado laboral justifican esa obsolescencia humana de la que hablan?
Hoy, estas preguntas están en boca de todos: con la inteligencia artificial y la automatización parecen querer reemplazar trabajos que antes parecían irremplazables, mientras que debates como el desmantelamiento de centrales nucleares ponen en tensión la economía y el empleo de comunidades enteras.
Al igual que en Fallout, el progreso promete eficiencia y avance, pero siempre deja detrás a quienes no pueden adaptarse a los nuevos tiempos. ¿Estamos innovando para elevar la condición humana, o simplemente estamos perfeccionando el mecanismo que nos hará definitivamente innecesarios?

Traducido de la nota al final en: www.scaruffi.com/music/unique.html
Tras tantos años de críticas por el formato de solo texto de mi sitio web, empecé a recibir correos electrónicos de agradecimiento por su sencillez. Al parecer, ya no soy el único que odia los sitios web con gráficos y vídeos. Rara vez visito un sitio web para disfrutar de su estética. Suelo ir a leer algo. Creo que la mayoría de la gente que visita mi sitio web comparte la misma actitud. Una imagen o un vídeo grande que se inicia automáticamente es una molestia, por no hablar de las ventanas emergentes que te piden suscribirte o registrarte. Antes, la molestia era solo la publicidad, pero ahora los diseñadores web creen que es legítimo e incluso genial (¿?) usar la misma tecnología molesta y distractora de imágenes gigantes, vídeos de reproducción automática y ventanas emergentes para mejorar (¿?) el contenido de su sitio web. Y ahora los sitios web también utilizan estas cookies que intentan robar información desesperadamente de tu ordenador (tengo una aplicación que limpia automáticamente las cookies de mi navegador y es increíble la cantidad que se instalan, incluso de todo tipo de sitios web). En resumen: visito muy, muy, muy pocas páginas web, desde luego mucho menos que hace 20 años. No visito ninguna página web sobre música: todas están llenas de gráficos y vídeos que las hacen lentas y, en mi humilde opinión, ilegibles. Y olvídense de las páginas web de artistas: requieren el ordenador más potente (o muchísima paciencia) incluso para la visita más sencilla. Prefiero leer revistas de arte impresas (que no me piden actualizar a la última versión del navegador, sistema operativo y procesador). Irónicamente, la web es un lugar mucho más pequeño para mí hoy que en el año 2000. Irónicamente, volví a suscribirme a revistas impresas porque me disgustan sus páginas web lentísimas, que me recuerdan a la era del internet por teléfono. Mientras escribo esto, intento que me vuelvan a enviar el New York Times impreso: su página web a veces no carga en mi tableta Android, a veces bloquea el navegador en mi ordenador, a veces los enlaces no funcionan. La versión impresa era mucho más fácil de leer. La experiencia en línea se ha deteriorado muchísimo con los años. Por desgracia, los más jóvenes nunca notarán la diferencia.
menéame