En la intersección de la política, los negocios y el deporte, la relación entre Sylvan Adams, empresario multimillonario canadiense-israelí y Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, es un claro ejemplo de cómo el poder de la diplomacia deportiva puede ser utilizado para influir en la imagen pública de un país.
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Catar y la diplomacia del fútbol, a la que se han sumado más demás perro monarquías.
Quizás Israel se lleva la palma, invitado a todos los saraos deportivos europeos y además al Festival de Eurovisión.
Lo que es indiscutible, y esto va para todos los equidistantes que no les gusta mezclar política y deporte, es que el uso político de un evento deportivo es, por cojones, por un estado y no por la gente que asiste.
siempre.