Es probable que los nostálgicos o cualquier enamorado del clásico original encontrasen en la secuela de Rob Marshall un salvoconducto para verter toda sus ansias acumuladas durante años de espera por un nuevo material o adaptación de las novelas. Lo que quizá no sabían es que tenían esperándoles una "nueva entrega" disponible desde 1983. No un remake, ni una secuela, sino un facsímil, una versión apócrifa, una pseudoadaptación de la Unión Soviética de los mismos libros.
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