Vox ha pisado a fondo el acelerador de la radicalización. Un ligero vistazo a su recorrido permite ver los cadáveres del pin parental, la cruzada contra la UE, las acusaciones de golpe de Estado o el negacionismo climático, entre otras muchas apuestas. Ninguna generó la tracción suficiente y se fueron buscando otros argumentarios sin terminar de abandonar los anteriores, que se han ido acumulando en un corpus ideológico grotesco. Hasta que llegó la cuestión migratoria, y más específicamente la islamofobia. Bingo.
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