A las 21:30 horas del viernes 15 de julio, el teléfono de Miguel empezó a sonar. Fue el comienzo de una odisea en la que un policía destinado en el Consulado de España en Estambul se jugó el pellejo para ayudar a los 250 españoles a los que el golpe de Estado fallido sorprendió en el aeropuerto de la capital turca.
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