En la guerra el hielo suele ser traicionero, como pudieron comprobar los holandeses a los que la caballería francesa arrebató una escuadra cabalgando sobre el helado canal de Niewediep. O los caballeros teutónicos que se hundieron en el lago Peipus cuando atacaban a Alexandr Nevski por su superficie helada. O los neerlandeses a los que se les escaparon de noche los tercios españoles, que tenían rodeados en el dique de Empel, aprovechando la congelación de las aguas. Son unos cuantos los episodios históricos de ese tipo.
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