Si algo ha conseguido esta crisis es barnizarnos con una gruesa capa de miedo. Salvo los muy ricos, que por no temer no temen ni al impuesto que les va a preparar Zapatero cuando se recupere del susto del jueves, el resto vivimos atenazados por el pánico. Es algo más que la inquietud lógica a que la empresa cierre, a que el jefe ajuste cuentas y nos dé el paseíllo hasta el INEM porque un día le miramos mal en la máquina del café o a que el banco se quede con la casa, con lo difícil que está encontrar ahora un puente libre.
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