«No salen de ahí y los perros están desquiciados. Cuando no ladra uno, es otro y, si no, se pelean», relata el langreano, que añade que esa molestia continua y constante «me genera tal estrés que he acabado yendo al psiquiatra», asegura (...) «Para evitar oír los ladridos, pongo la televisión a todo volumen y me está provocando acúfenos de tenerla así; y cuando salgo a un recado, no quiero volver a casa porque no me puedo concentrar ni para leer un libro»
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