Rafael López es un bioingeniero de 28 años que fue despedido fulminantemente tras advertir a sus superiores de que las mascarillas que habían repartido a sus empleados eran falsas. Recién entrado junio, comenzó a trabajar en la sede central del Banco de Sangre de Cataluña procesando muestras PCR para el diagnóstico de covid-19. El 9 de junio recibieron en el laboratorio un nuevo modelo de mascarilla que le pareció un poco sospechosas, tras investigarlo detectó que podrían tratarse de mascarillas de dudosa calidad y alertó a sus superiores.  
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