Lucía el sol, el aire estaba limpio, había descansado diez horas de un tirón, el camarero me miró como si fuese otra persona, el café no me sentó como un tiro... Pero, ¿qué estaba pasando? Miré al fondo, unos tipos, a punto de ser estrangulados por sus corbatas, de esos que mueven "kilos" chasqueando los dedos, con su sola presencia se encargaron de poner las cosas en su sitio. Karmelo C. Iribarren