Mientras en zonas rurales esta costumbre se mantiene –no sin desafíos, como ocurre en Santa Fe (Granada), donde la policía avisa de que puede ser ilegal–, en las ciudades “tomar el fresco” es casi una reliquia. ¿Qué ocurre con quienes envejecen en la ciudad? La tradición de “salir al fresco” no es una simple costumbre, es una red social en sí misma. Esta práctica no solo sirve para refrescarse, sino que cumple una función comunitaria: informarse, escuchar, compartir, cuidar…
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Esa costumbre habría que recuperarla y las autoridades y empresas deberían favorecerla e implantarla al menos durante las anunciadas horas de calor.
Pero eso debía ser comunismo.