Alemania no camina hacia el porvenir, sino que es arrastrada por su culpa mal digerida, sin mirar la devastación actual que colabora en provocar. Mientras la franja de Gaza ya no era una franja: era un cementerio. Más de 18.500 niños asesinados en 22 meses. Más de 200 periodistas. Más de 1.400 trabajadores y trabajadoras sanitarias. Familias enteras borradas. Y Alemania, en silencio o peor: enviando armas, bloqueando condenas, recibiendo con honores a criminales de guerra. La política alemana no solo ha perdido la brújula moral.
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