La batalla (1)
La batalla.
Mientras los senadores discuten la rendición o no de la ciudad, más allá de las murallas, Kahwla espera. Cuando la bandera del imperio se iza de nuevo en el castillo que preside las murallas, Kahwla actúa.
Tambores.
Lanzas.
Gritos.
La batalla por Exaloc ha comenzado.
Último día
El mensajero llegó a primera hora del alba. El enemigo buscaba parlamentar, teníamos hasta mediodía para prepararnos y entablar dialogo con nuestro enemigo.
Los rumores eran ciertos, nuestros rivales preferían nuestra rendición al ataque directo. Seremos muchos menos, pero tenemos robustos muros y el secreto del fuego eterno de nuestro lado, cada baldosa de esta ciudad les costara lágrimas y sangre.
Thorios de la legión sagrada, como responsable de la defensa se ofreció para encabezar la delegación diplomática. El resto de senadores aceptaron a condición de que fuera acompañado de alguien no afiliado a ninguna facción pero con presencia en el senado. Acabé siendo yo.
Los tambores callaron.
Al finalizar la tarde, una decena de legionarios, Thorios y yo nos encontrábamos enfrente del campamento enemigo. No había rastro del rey crucificado, un detalle para con nosotros supongo. La horda enemiga se extendía por todo el horizonte, miles de hombres ocultando su armadura con las blancas telas sureñas nos observaban, detrás de llos, decenas de maquinas de asedio.
Del tumulto sobresalía una caravana montada en una bestia que poco a poco se acercaba a nosotros. La bestia se posó sobre sus piernas y una mujer descendió.