Sentado en su despacho llamaba uno a uno a los alumnos, llegábamos por riguroso orden alfabético, pedíamos permiso, entrábamos, y, si habíamos suspendido alguna asignatura, nos pedía realizar una sencilla multiplicación: el número de suspensos por dos. Contestábamos, nos acercábamos a él, y sus manos rompían en nuestra cara tantas veces como el producto resultante. Ya no recuerdo el dolor, pero no olvido la humillación. Los castigos de ahora se llaman exclusión, segregación, marginación, muchas veces abandono, y, otras, desatención.
|
etiquetas: castigo , educacion