Sucedió, como todo, por casualidad. El caso es que había dejado de fumar para mejorar mi salud pulmonar, y a los dos días de tomar una decisión tan cruel para mis intereses literarios me resfrié. No podía comprender que el cuerpo respondiera de este modo al hecho de haber abandonado el tabaco y así se lo expliqué a mi psicoanalista...
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