En las últimas elecciones generales, el PP tiró de discurso xenófobo y todos nos tiramos a su yugular por ello. Poco después llegó Corbacho a un nuevo ministerio en el que la inmigración se vincula al mercado laboral y se apropió de aquel discurso en el que la inmigración es un problema para los trabajadores españoles: premió a los inmigrantes que se volvían a sus países y sacó a la policía a detener ilegales. Mientras, los eurodiputados socialistas españoles votaban la directiva de la vergüenza.
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