Hasta los trece años de edad viví una vida lo más cercana a la plenitud; Tenía todo el amor que con devoción me prodigaba mi madre. Ella se sentía correspondida y recompensada con el simple hecho de verme sana y sonriente. Éramos la una para la otra, unidas en un gran amor. Creo que ambas no concebíamos una realidad que no fuera una al lado de la otra.
Fue justamente el día de mi onomástico número trece, que a la hora de mi baño matutino noté que en mi hombro derecho habían aparecido un par de pequeñas protuberancias similares a las verrugas.
|
etiquetas: surrealismo , literatura , ilustración