La Herrera se baja de un taxi bajo la lluvia que lleva días asolando Madrid, saluda, y baja, la primera y a buen ritmo, los cinco o seis tramos de escaleras hasta llegar a las tripas del teatro Bellas Artes, donde, en un par de días, protagonizará el enésimo estreno de su carrera. Acaban de reformar los viejos camerinos del viejo coliseo y Herrera, con más tablas que un tablao a cuestas, celebra alborozada los cambios como una niña con zapatos nuevos.
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