¿Puede el horror de una guerra marcar no solo a quien lo vive, sino también a sus hijos y nietos? Un estudio revela que la violencia deja huellas en la herencia biológica que persisten por generaciones. La exposición a trauma altera la metilación del genoma, mecanismo epigenético que regula la actividad genética, en 35 regiones clave ligadas al estrés. Lo más impactante: niños que nunca pisaron Siria, nacidos en campos de refugiados, presentaban marcas epigenéticas heredadas de sus abuelas y madres, junto con signos de envejecimiento acelerado.
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