Generalmente las grandes fortunas ostentan el 99,9% del capital de una Sicav para utilizarla como vehículo de sus inversiones en otras empresas, representando el resto de accionistas un papel meramente simbólico. Con esta estrategia pretenden reducir al mínimo su factura fiscal, ya que las Sicav solo tributan un máximo del 1% sobre sus beneficios, en contraste con el 52% que pagan las rentas más altas en el IRPF (llegando al 56% en el caso de Cataluña).
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