Jenifer llegó a Barcelona en el 2004. Apenas tenía 16 años. Nada más aterrizar le arrebataron el pasaporte y le comunicaron que había contraído una deuda de 50.000 euros que pagaría ejerciendo la prostitución. Se armó de valor y denunció los hechos en una comisaría. Días después, el padre de Jenifer moría tiroteado en Nigeria.
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