El final de Skype es comprensible. El «not invented here» hizo que Microsoft apostase por su propio desarrollo, Teams, y fuese relegando Skype a un ostracismo que la pandemia solo contribuyó a evidenciar, hasta abocarla a lo que ahora vemos. Pero no siempre fue así, y de hecho, en el momento de su adquisición en 2011, Microsoft se disputaba la compra nada menos que con Google, y pagó por la compañía nada menos que 8,500 millones de dólares, la operación más importante que había acometido hasta la fecha.